
Muchos jóvenes siguen saliendo y haciendo reuniones a pesar de la pandemia del coronavirus; por qué es tan difícil que los adolescentes cambien sus rutinas y cómo hacer para lograrlo.
Para muchos adolescentes y veinteañeros, la única rutina que cambió en la última semana fue la de ir al colegio o a la universidad. A pesar de la emergencia sanitaria por el COVID-19, la imagen de chicos reunidos en plazas o de jóvenes en bares se repite. Muchos padres, a través de redes y en conversaciones con pares, admiten que les está costando conseguir que sus hijos respeten las medidas de aislamiento preventivo y no salgan o hagan reuniones con amigos en casa.
En Catriel se ha demostrado que la mayoria de los contagios provienen de reuniones , juntadas y previas. Fiestas clandestinas y asados , donde no se respeta en lo mas minimo el distanciamiento social.
Muchas de ellas organizadas por jovenes .
Cómo hablar con ellos, qué hacer para que tomen conciencia de la importancia de respetar los consejos de los expertos para contener a la pandemia del coronavirus.
Abigail Rapaport, psicóloga especialista en crianza y familia, explica que lo primero es entender que hay una situación excepcional y que es esperable que el #quedateencasa genere tensión, ya que «todos fuimos arrancados de nuestras cotidianeidad, de nuestras rutinas, y los adolescentes no están exentos». La especialista destaca que, por las propias características de la edad, son uno de los grupos etarios a los que más les va a costar tomar real dimensión de los hechos y sus consecuencias.
Para Luciano Lutereau, psicoanalista, docente e investigador en las facultades de Psicología y de Filosofía y Letras de la UBA, esta reacción es esperable y tiene que ver con dos cuestiones. Por un lado, con la condición omnipotente del adolescente, que «no puede medir el riesgo y vive en mundo donde el �yo puedo� se expande más allá del criterio de realidad, sin que esto sea algo patológico». Por otra parte, considera que también es importante que los adultos no proyecten sobre los adolescentes su propia frustración, con la expectativa de que cumplan sin resistencia con las indicaciones. Por eso, Lutereau hace hincapié en «no ser confrontativos al comunicar la importancia de este fenómeno, porque se corre un riesgo mayor, que es el de estimular transgresiones».
En la misma línea, Rapaport recomienda no saturar a los jóvenes con información que genere circuitos de ansiedad. «Repetirles lo mismo todo el tiempo no los va hacer más cuidadosos. Si no hay una base relacional sólida, no se va a conseguir porque le demos una orden». Esto significa que si hasta ahora la relación entre padres e hijos fue de distancia y dificultad, eso se pondrá en evidencia más que nunca. «Lo que no se dio en los últimos meses o años �insiste�, va a ser difícil que se dé ahora, más allá de lo excepcional de la situación
Para Lutereau, lo central es transmitir que ellos también son «agentes de salud», que cumplen un rol en este momento, que son parte de un movimiento colectivo; es decir, se trata de convocarlos desde la experiencia compartida y no desde «lo que tienen que hacer» como mandato. Una experiencia de este tipo vivió María Agustina Rambaud, de 19 años, que en los primeros días de la pandemia desestimó su alcance. «No me cuidé a mí y no cuidé a mi familia», confiesa. Sin embargo, después de charlar con su familia y entender que su padre formaba parte de los grupos de riesgo, empezó a incrementar las medidas de prevención, no solo de higiene sino también al quedarse en casa. Por eso, Lutereau insiste en que «es fundamental que no solo pensemos en cómo conseguir un resultado, sino en generar las condiciones para que un hijo quiera participar de los cuidados que sus padres también asumen».
De esto resulta que la prohibición no parece ser el camino. «Si violentamente quiero imponer esa conciencia, no va a suceder, porque en las relaciones que son complejas la discusión escala rápido. Por eso, si tu hijo te contradice, no hace falta ganar la discusión para lograr el objetivo», señala Rapaport. Entonces, ¿cómo hablar este tema para que entiendan la importancia de la crisis sanitaria y sin generar miedo? Lutereau explica que «es difícil charlar con los adolescentes sin asustarlos, cuando nosotros podemos estar asustados también. La cuestión, entonces, es compartir el temor, que es la fuente natural de la precaución y el cuidado, sin por eso dejarse avasallar con una omnipotencia superior, del estilo: �Esto es lo que hay que hacer para que no pase nada�, porque lo cierto es que nadie puede asegurar eso». En definitiva, se trata de que el otro no sienta que solo le toca obedecer, «sino que también puede apropiarse de un poder que lo acerque al mundo adulto». En la misma línea, Rapaport agrega que conviene que las conversaciones sean focalizadas, de pocos minutos, y que no se centren en la queja ni el reclamo por lo que no se hizo bien: «Perderemos un tiempo valiosísimo, ya que solo van a escuchar la parte negativa», advierte.
Si los adolescentes y las adolescentes contradicen todo lo que se les dice, no hace falta ganar la discusión para lograr el objetivo; los especialistas recomiendan que no sientan que solo les toca obedecer. Si los adolescentes y las adolescentes contradicen todo lo que se les dice, no hace falta ganar la discusión para lograr el objetivo; los especialistas recomiendan que no sientan que solo les toca obedecer.
Lutereau aconseja que si hay peleas y los padres no aciertan en interpelar los hijos, lo mejor es buscar a algún familiar o amigo de confianza, en cuya palabra el joven confíe, con el compromiso parental posterior de revisar el vínculo que se tiene con los hijos. «El problema principal de nuestra época es que se trata a los adolescentes como niños y, cuando no responden a los mandatos, se espera que lo hagan por el mero hecho de ser hijos. Como padres tenemos mucho que trabajar en este sentido», describe el autor de Esos raros adolescentes nuevos.
Justamente, Agustín , de 22 años, aunque hasta el fin de semana pasado seguía con su rutina habitual, reflexionó sobre la magnitud de lo que está pasando cuando escuchó sobre el colapso drl sistema de salud y su mejor amigo perdio a su papa causa del c19. Algo parecido le pasó a Guido de 19, que sintió que estaba muy expuesto y, por ende, también su familia
Rapaport recomienda a las familias establecer un esquema de convivencia: qué sí y qué no dentro de la casa, cómo se van a organizar la comida y otras actividades hogareñas, hasta los tiempos libres. Por ejemplo: si vamos a mantener una higiene que incluye sacarse los zapatos cuando entramos al hogar, una frecuencia para el lavado de manos; y si se sale, cuáles van a ser los recaudos, también quién va a lavar los platos y en qué tienen que colaborar todos para que esta rutina excepcional funcione.
Y como en todos los temas difíciles, la psicóloga invita a padres e hijos a sentarse a conversar, pero desde un lugar de inclusión, siempre en plural: «¿Viste qué fuerte lo que nos está pasando?», «¡Cómo nos pone en jaque el coronavirus!». Es tan simple como que «esta conciencia social que nos piden, hay que practicarla primero entre nosotros. Pasar a la acción y no quedarnos frustrados». No es una tarea simple, claro, porque «lo que ya está instalado va a saltar», advierte la psicóloga, y por eso «es tan importante la forma en que se encare y la actitud»