
Los elevados precios de la ropa en Argentina siempre fueron un tema de conversación. Sin embargo, hoy a la queja le apareció una nueva respuesta: “¿Y no buscaste en Shein?”. La visión de empresarios y consumidores.
Por Facundo Iglesia
Los elevados precios de la ropa en Argentina siempre fueron un tema de conversación. Sin embargo, hoy a la queja le apareció una nueva respuesta: “¿Y no buscaste en Shein?”. Es que, desde la apertura importadora de la administración libertaria, que incluye el levantamiento total de barreras a plataformas de venta online chinas, los consumidores argentinos acceden fácilmente a prendas más baratas: con un par de clics, se pueden comprar con envío gratis a todo el país zapatillas de trekking a 25 mil pesos o una campera de jean a 40 mil, prendas que en un shopping argentino pueden valer, con suerte, el triple.
La contracara de esta explosión de ventas puerta a puerta, sustentada en la liberalización económica y el atraso cambiario, es una exacerbación de la crisis en la industria textil argentina, ya golpeada por un generalizado desplome del consumo.
Desde que asumió Javier Milei hasta junio de este año, cerraron 381 empresas y se perdieron 11.500 puestos de trabajo registrados en el sector, según un informe de la Fundación Pro Tejer, que agrupa a empresas textiles de todo el país.
La pérdida de empleo representa la caída más alta entre los sectores industriales y un tercio de todos los empleos fabriles perdidos. Las pymes, que constituyen la mayoría en el sector textil, son las más afectadas, pero tampoco se salvan grandes empresas como la icónica fábrica de sweaters marplatense Mauro Federico, que en julio despidió a 150 trabajadores. La cifra ni siquiera tiene en cuenta a los puestos informales o a los empleados suspendidos.
La Cámara industrial Argentina de la Indumentaria (CIAI), en tanto, afirma que se están perdiendo 1.500 puestos de trabajo por semana. Según la CIAI, entre julio de 2024 y julio de este año, las compras puerta a puerta subieron un 390%.
Eso no es todo: según estimaciones de esa cámara, en lo que va del año, los argentinos gastaron US$2.200 millones de dólares en ropa durante sus viajes al exterior: un aumento del 111% con respecto al año pasado y un nuevo récord desde 2017, en otros tiempos de dólar barato.
Crisis textil: qué dicen los consumidores
Los precios relativamente bajos de Shein o Temu justifican saltearse los talleres argentinos y comprar directo a Beijing, según los usuarios de estas plataformas.
“Por 51 mil pesos me compré un pantalón tipo jogging y una campera impermeable”, dice a Río Negro Camila Molteni, 31 años, comunicadora especializada en UX de Buenos Aires. “Con esa plata quizás acá, no sé, te comprás una remera”. De todas formas, el menor valor no es la única razón: “También era un tema de variedad de talles: generalmente no compro joggins online porque nunca me entran, siempre tengo que ir a probarme. Y esto tenía una amplitud de talles bastante particular. Entonces aproveché, compré todo grande y bueno, me fue perfecto”.

Según Molteni, que suele apoyar a la industria nacional, adquirir ropa en un shopping se volvió prohibitivo, aunque usar Shein la llena de contradicciones.
“Por un lado, este monstruo chino está destruyendo la industria, y por otro una dice: ‘bueno, un poco se destruyó a sí misma con estos precios’”, reflexiona. “Que una camisa salga 200 lucas es como ‘uy, bueno ¿quién compra esto?’”.
Otros tienen menos reparos: “La crítica de la industria textil contra Shein es insólita. No tiene defensa alguna. El nivel de ganancia que pretenden es demencial”, dice Pedro, un sociólogo del CONICET que pide no aparecer con su nombre real. “Lo más irritante es que cada eslabón de la cadena de elaboración y venta le echa la culpa a la anterior hasta terminar en una cosa bizarra y victimista de parte de un negocio que pretende venderte una zapatilla a 200 mil o 400 mil pesos o un jean a 250 mil o 300 mil. Entonces, no, no siento ninguna contradicción porque lo considero un mercado, al menos, miserable”.
Crisis textil: “En Argentina es caro todo”
Para Luciano Galfione, director de la empresa Unifibers y presidente de Pro Tejer, son injustas las acusaciones sobre los altos precios de las prendas producidas en Argentina. En una reunión con periodistas en el barrio porteño de San Telmo de la que participó este diario, el empresario dijo que “en la Argentina no es cara la ropa, en la Argentina es caro todo”. “Pero cuando me voy afuera, comparo [el precio de] la ropa, porque ¿sabes qué? Si me quiero traer un Audi de afuera, no me entra en la valija”, desafió.
El problema, según Galfione, radica en el famoso “costo argentino”. Según las estimaciones de Pro Tejer, el 50% del precio de una prenda se conforma de impuestos, casi el 13% de alquileres, mientras que más del 12% va para los bancos (ver infografía).

“Del costo de lo que se vende en un shopping, cuando es nacional, menos del 10% es el producto terminado: todo el resto tiene que ver con las cosas que nosotros no manejamos”, dijo Galfione. Para el empresario, allí radica la ventaja comparativa de Shein, que no paga impuestos en compras de menos de 400 dólares, no cobra la logística (el envío es gratis) y no gasta en alquiler de locales.
La situación del sector se agravó con la política económica del gobierno: primero, los costos en dólares crecieron, ya que la inflación subió por encima de un tipo de cambio relativamente pisado. Asimismo, el 31 de marzo, la administración Milei bajó los aranceles de ropa y calzado del 35% al 20%, de telas de 26% a 18% y de hilados de 18% a entre 12 y 16%.
“Cuando reducimos aranceles a las importaciones, se los bajamos a productos que vienen de Oriente: le estamos bajando los impuestos a los chinos, a un tipo que está a 20.000 kilómetros de Argentina”, aseguró Galfione. “En lugar de bajar los impuestos para quienes producen, liberan más todavía la economía”, lamentó Jorge Sorabilla, director institucional de la textil TN PLATEX. “Es muy peligroso cuando el mundo va en otra dirección”.
Sorabilla se refería así a las políticas del presidente estadounidense, Donald Trump, que este año multiplicó por diez el arancel promedio que cobra el país norteamericano a las importaciones: desde el 2,5% al 27%. Y también, a una ley francesa contra la “fast fashion” (la producción a gran escala de ropa barata y de baja calidad, como la de plataformas como Shein y Temu) aprobada en junio. La legislación del país europeo obliga a estas empresas a hacerse cargo sobre su impacto ambiental y multa su publicidad.
“Esos productos en general, en promedio, lo usás dos veces y al tercer lavado se rompe. Lo tenés que tirar a la basura y el costo de transformar esa basura es muchísimo más caro que el costo de haber importado el producto”, dijo Galfione. “Y también pueden lastimar la salud o la piel: lo lógico sería que lo tengas que regular. Y si además tenés problemas de divisas como los de Argentina, es el uso más deficiente que podés hacer de tus reservas”.
Crisis textil: aparecen los importados
Entre enero y agosto de este año, las importaciones de ropa medidas en toneladas subieron un 109% comparadas con el mismo período del 2024. Esa impactante cifra ni siquiera tiene en cuenta las plataformas de venta online. Según Pro Tejer, la mayoría de la ropa que se compra este año en las tiendas argentinas es importada: 70% contra un 57% del año anterior.

Sin embargo, los precios en los centros comerciales argentinos permanecen casi inalterados. Para Pro Tejer, eso demuestra que la raíz del problema no radica en la falta de competitividad de la producción argentina, a la que consideran altamente tecnificada, sino en la alta carga tributaria y en la cadena de comercialización.
“En Miami, un jean de marca en un shopping vale 20 dólares. Bueno, ahora en Argentina todos los jeans son importados. ¿Bajaron a 20 dólares? No”, afirma.
La modesta baja de precios que tuvo la indumentaria según el INDEC (del 0,3% en agosto) se debe, de acuerdo a Pro Tejer, no a la aparición de los productos importados, sino al desplome del consumo.
Según Marco Meloni, empresario textil pyme, con la actual política económica nacional, ante el aumento de los servicios, las tasas de interés, los alquileres, “la compra de un pantalón o de una camisa queda relegada” y eso explica la sutil caída en los precios.
Mientras los clientes aprovechan la desregulación de las plataformas y el dólar pisado, Galfione insiste en la importancia de la defensa al sector textil nacional: “La industria es importante para un país, y no es ideología: es pragmatismo”, concluye. “No hay país desarrollado de más de 35 millones de habitantes que no sea potencia industrial”.